Un día de convivencia: alegría compartida y hacer comunidad
El pasado jueves tuvimos la convivencia en el Parque del Oeste e hicimos actividades que nos sirvieron para desconectar un poco del ritmo acelerado de las clases y para poder pasar un buen rato con nuestra clase, además de conocer a los otros grupos (sobre todo a los de primero, que tan solo llevaban dos semanas en el cole).
La primera parte de la convivencia se centró más en estar con los compañeros de nuestra clase, haciendo un juego en el que nos preguntábamos qué persona de la clase era más probable que hiciera diferentes actividades, por ejemplo, “¿Quién es más probable que haya memorizado cosas por gusto?” Cuando dijimos las respuestas en voz alta, nos dimos cuenta de que a estas alturas ya todos nos conocemos muy bien. Si esta actividad la hubiésemos hecho en la convivencia del año pasado, seguramente nos hubiéramos equivocado; pero ahora, al haber estado un año conviviendo y estando juntos, hemos podido conocernos todos a todos.
Lo siguiente que hicimos en este momento con la clase fue tomar conciencia del mundo que nos rodea, ya que nos repartieron un folio con distintas fotos, en las que aparecían personas en pésimas condiciones (viviendo en chozas, en la calle, con ropa muy desgastada…) y nos preguntaron cuántas de esas fotos estaban hechas en Málaga. Muchos respondimos que solo algunas o ninguna, pero la sorpresa llegó cuando nos dijeron que todas estas fotos habían sido hechas en Málaga. Esto nos demostró que no nos damos cuenta de las malas condiciones en las que viven personas de nuestra ciudad, pensamos que eso pasa lejos y que no nos afecta, cuando lo tenemos mucho más cerca de lo que creemos.
Después nos explicaron que lo que hubiese hecho Marcelo Spínola hubiese sido ayudarles y echarles una mano, no como muchas veces nosotros, que evitamos a las personas en malas condiciones o que están en la calle, cuando lo que tendríamos que hacer sería seguir el ejemplo de Marcelo.
Luego tuvimos un rato libre en el que desayunamos y, más tarde, comenzó la parte de los juegos con todas las clases. Hicimos unos seis o siete juegos, cada uno con una clase diferente. Uno de estos juegos consistió en estar toda la clase en una fila, atados a los pies del compañero que tuvieras delante y detrás. Había que conseguir llegar hasta un profe, pero esto fue muy difícil y muchas veces nos caíamos o teníamos que volver a atarnos… Este juego probaba la capacidad que tenía una clase entera de coordinarse para caminar hacia la misma dirección.
Otro ejemplo fue un juego en el que íbamos por parejas y un miembro de la pareja tenía un pañuelo atado a los ojos (no podía ver) y su compañero debía guiarle para que pudiera tocar una piedra, pero este compañero no podía tocarle, solo guiarle hablando. Este juego nos demostraba la confianza que teníamos con nuestros compañeros, dejando que nos guiasen sin ver nada.
Todas eran actividades físicas en las que, si ganábamos, nos iban dando pequeñas pistas y nombres. Al terminar, la clase que tuviera más de estos nombres ganaba.
Además, quiero destacar que en toda la convivencia siempre tuvimos presente a Dios, pidiéndole al principio poder pasar un buen día en el que nos divirtiéramos.
En conclusión, fue un día muy bonito en el que no faltaron las risas y nos sirvió para afrontar con muchas ganas el curso tan intenso que nos espera.
Ana Tejero Marfil – alumna del colegio Sagrado Corazón Bachillerato Málaga